domingo, 6 de septiembre de 2009

Tarifando. Declaración de finales


Ha sido un año interesante; toca a su fin.

Tengo que confesar que desde que se fue Susana no ha sido lo mismo; en gran parte publicaba para sus desayunos.
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Que descansen los amigos. Que se relajen los que se declararon mis enemigos, aunque yo no los haya tenido como tales, -como dijo en su lecho de muerte el invicto vigía de occidente, solo que en mi caso es verdad-, y que me olviden pronto.


Que el señor haga el milagro de fulminar con un rayo los blogs de fachas e integristas dejando completamente ilesos a sus blogueros y comentaristas –para que den así fe de la verdad, de la verdad con minúsculas, que solo consiste en no tratar de imponer ideas o creencias a nadie y en ser solidarios con nuestros semejantes -.

Que Don Ratzinger, Don Rouco y su fámulo, Don Martínez Camino, el atildao, se mantengan por muchos años sanos y en sus cargos, pues ello es garantía del triunfo final de la razón; ellos no pueden ni vencer ni convencer.

Que la refinería de Tierra de Barros no se construya, y que el club ADSL no sea tan caro, no sea tan caro.

Vuelvo a lo mío. Ya sabéis donde estoy.

(He publicado mi e-mail en varias ocasiones, pero si alguien no lo tiene y quiere contactar conmigo por alguna razón puede pedirlo a mi hermano Antonio Pierdepeso, a cuyo buen juicio dejo la decisión de darlo)

(Algunas de las fotos son cedidas por Novicia y por ATB)

jueves, 3 de septiembre de 2009

Errores médicos, negligencias médicas

Hace unos años, cuando se estaba empezando a utilizar el tratamiento trombólitico en el ictus, estuve en Filadelfia, EE UU. En las marquesinas de las paradas de autobús se exhibía un anuncio de un bufete de abogados que decía: “Si usted o algún ser querido ha llegado a un hospital con un ictus y no le han aplicado el tratamiento trombolítico, contacte con nosotros. Si usted o algún familiar ha llegado a un hospital con un ictus, le han aplicado el tratamiento trombolítico y no ha ido bien, contacte con nosotros”.

No hay escapatoria. Si no lo haces, jodido, y si lo haces y sale mal, pues también jodido.


Afortunadamente en nuestro país el público no culpa siempre al mensajero o intermediario, -aunque esa actitud va en aumento-, y nuestros abogados, aun, no son tan agresivos.

Afortunadamente también algunos jueces y tribunales entienden la gran diferencia que hay entre un error y una negligencia.

Mientras que el error es consustancial a toda actividad humana y por tanto no es punible, la negligencia –por insuficiente preparación, por acción indebida, o por omisión- sí. Dependiendo de sus características la negligencia podrá considerarse incluso criminal.


La vía judicial criminal es más rápida para satisfacer una demanda, pero es muy difícil demostrar que un médico actúo de mala fe. La vía civil puede conseguir mejor una reparación, pero en nuestro país suele ser eterna.

Se acusa a los médicos de gremialismo a la hora de enfrentar una presunta negligencia, pero en general lo que ocurre es que uno entiende mejor los errores de los colegas, porque se pone en su caso.

Ir al médico, o utilizar los servicios de Salud es de las cosas más peligrosas que uno puede hacer, pero la excesiva judicialización de la medicina siempre se vuelve contra el paciente.

El médico trata de “curarse en salud” haciendo pruebas o tomando medidas que pueden ser innecesarias,

y eso aumenta los riesgos de complicaciones, y en los sistemas públicos encarece y enlentece los procedimientos.


miércoles, 2 de septiembre de 2009

"Patologías previas"

Los periodistas y los políticos, en su ridículo intento de mimetismo, hablan en estos días de “patologías previas” pretendiendo así imitar el lenguaje técnico.


Sin embargo cuando un médico interroga a un paciente no le pregunta por “patologías previas” –“patología” no es sinónimo de enfermedad- , sino por enfermedades anteriores, o en todo caso simple y llanamente le pregunta “¿De qué padece usted?”
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Padecer otras enfermedades siempre puede condicionar la evolución y complicaciones de alguna nueva enfermedad que se contraiga, pero tampoco hay que abusar.

En el caso de la gripe H1N1 está claro que la existencia de “patologías previas” condiciona el curso de la enfermedad hasta justificar la muerte por ella: “Decimonovena muerte por la nueva gripe –oímos-. Se trata de una mujer de 55 años con “patologías previas”.

Luego en la letra pequeña se dice que esa “patología previa” consistía en estar gorda, o en ser bajito, o en tomarse tres cafés al día.

Por el momento las “patologías previas” justifican la muerte por la nueva gripe, no sé si eso tranquiliza a la población, pero si es así no lo entiendo, porque ¿quién no tiene “patologías previas”, solo sea la de haber nacido, y haber nacido aquí, en España, en cualquiera de las dos?


Es posible que lo de las “patologías previas” haga fortuna, y pase a ser siempre un atenuante o eximente de una mala evolución,

así que mi consejo es que si vas al médico por algo, especialmente por síntomas de gripe o catarro, cuando éste te pregunte por tus antecedentes y enfermedades concomitantes, te lo pregunte como te lo pregunte, contestes:

“Yo no padezco de ná, señorito”.


Que no siempre hay que ir con la verdad por delante, que luego se enteran los de la prensa y dan por bueno que uno se muera porque había “patologías previas”,

sin más consideraciones.


lunes, 31 de agosto de 2009

Tomar el pulso

Debe de ser una deformación profesional, pero tengo una tendencia irrefrenable a tomar el pulso.
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Tomar el pulso no sirve hoy para nada, cuando el paciente está supervigilado por miles de pantallas de monitor, que le controlan entre otras variables la tensión arterial, y la frecuencia cardiaca.

Pero los antiguos no lo podemos evitar; cada mañana nos acercamos a la cabecera del enfermo y le tomamos el pulso, así que yo cada mañana me acerco a los pacientes de la derechona y les palpo las muñecas y los muñecos, que ellos exhiben sin pudor.

Algunos creen que se trata de algo personal, pero ¿es esto algo “personal”?
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De personal nada; yo les tomo el pulso, y ese pulso es tan informativo como era leer el diario Alcázar durante la transición; mucho más que leer el ABC, o por supuesto El País, que no sabía nada de nada.
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Hay días que percibo lo que antiguamente se llamaba "cruce de la muerte": la frecuencia cardiaca les sube y la tensión y la temperatura les bajan –hoy se llama shock- y en esas circunstancias se rebelan y matan al mensajero.


“Estáis muy enfermos”, les digo y ellos, en su delirio, me llaman “Dr. Mengele! Dr. Muerte! Dr. Infierno! Dr. Montes! Pero yo sigo intentando empatizar con ellos, y procurar que sanen, y si no, al menos que su alma se salve.

No sé si lo conseguiré.

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P.S.- Este es una especie de friso de adeptos. ¿Alguien sabe por qué no figuran en él algunos de los más conspicuos? Yo os lo digo: están subsumidos.

viernes, 28 de agosto de 2009

Hacedlo, pero hacedlo bien.


Va diciendo por ahí la derechona, -y donde no lo dice por estar de vacaciones pronto lo dirá- que ZP nos roba, que Pepiño, la Salgado y Rodriguez Vara se quieren quedar con nuestros dineros, con los dineros de los españoles, hundiendo al país en la puta miseria.


Al mismo tiempo dicen que hay no se cuantos trillones de parados, y ponen contadores en sus blogs para contarlos uno a uno, que van a comer a Caritas, que buscan en las basuras, que están al borde de las caceroladas y la revolución.


Y que hay que incrementar los dineros destinados a sacar a los parados sin subsidio del lumpen.

Pero yo les digo, tó no se puede querer. O ayudamos a los parados y desheredados vía impuestos, o los jodemos vivos.

Hay una solución intermedia: cerrarle el grifo a Don Rouco y a sus clérigos combatientes y guardianes de la revolución y dar lo suyo a los trabajadores en mal momento, que no pobres. Aznar no lo hizo, sino que nos jodió a los funcionarios y asimilados -que apenas protestamos-,


y así, y vendiendo empresas estatales rentables, remontó la quiebra en la que FG había dejado al país, eso sí, con todas las infraestructuras renovadas. Luego se puso a vender ladrillos y sillas de pista en El Escorial, y sentó las bases para el nuevo hundimiento.
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ZP, Salgado, Pepiño, no soy rico, no soy funcionario, pero sí asimilado, gano poco, mucho menos de lo que merezco por méritos y dedicación,
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pero ahí está mi sueldo;
recortadlo, exprimidlo y aprovechadlo,



Ahora bien: NI UN LEURO PARA DON ROUCO.
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