sábado, 11 de octubre de 2008

Saludos y palios

En determinados medios se conecta a los partidos de izquierda –y más o menos de izquierda- con su historia sin solución de continuidad, y por tanto se responsabiliza a las actuales formaciones de antiguos desmanes; socialistas y comunistas han de cargar con la culpa de todos los crímenes –reales e imaginarios- de todos los años del socialismo real, de las revoluciones, del terrorismo de izquierda o del independentista, sea este de izquierda o no...

Fotografía de Endika Basaguren

Los actuales partidos de la derecha, por el contrario, habrían surgido de una concha o cualquier otro recipiente limpio y virginal, como Venus, exentos de cualquier pecado originario. Nada tiene que ver nuestra actual derecha con la CEDA o con La Falange, o con el Partido único durante 40 años. Hace poco se me acusó de desvarío sectario por “mezclar” a la iglesia católica de España con La Falange de José Antonio Primo de Rivera y sus albaceas.








Qué fácil es hoy encontrar pruebas de lo que se afirma, cuando es verdad.

¿Añorarán aun los palios de hoy -ya en color- al "caudillo" como lo añora la jerarquía?

Nota.- Uno de los grupos de obispos saludadores no es español; averigüen cuál y de dónde son, si quieren.

Segunda nota.- El fenómeno desde luego que no fue específico de nuestro país. Adivinen quién es el gordito del centro de la foto de aquí debajo.


Tercera nota.- La tercera foto de obispos parece estar invertida. Todos saludan con la mano izquierda -que horror- y el correaje de los paramilitares cruza de izquierda a derecha, que no es lo habitual. La versión correcta debiera ser así:

(Gracias, Anónimo)

jueves, 9 de octubre de 2008

Instrumental



En lo que se refiere a la reproducción, la evolución, -o el diseño del sumo arquitecto- ha gastado varias putadas a la hembra humana. Una de ellas es que el desarrollo del cerebro -y por tanto de la cabeza- en nuestra especie, y la bipedestación con los cambios de arquitectura pélvica que conlleva, dificultan en extremo la salida de la cría por el canal del parto, con no pocos problemas y complicaciones que hoy se resuelven con el fácil recurso a la cesárea.



Cuando la cesárea no era tan accesible, existían diversos utensilios -algunos aun hoy existen- destinados a facilitar la salida del naciente, dilatando el canal y tirando de él para sacarlo entero –fórceps, más tarde espátulas o ventosas-, o en último término –una vez muerto en el atasco- destrozándolo para sacarlo como fuese. Uno de esos aparatos es el basiotribo, que veis en las imágenes más abajo. El pincho perforaba la cabeza del bebé, que luego con la tuerca y la palometa se estrujaba entre las palas para disminuir su volumen y que así saliera, ya de cualquier manera, en un festival de líquido amniótico, sesos, sangre, orina y heces. Ni que decir tiene que estos procedimientos se llevaban también a la madre por delante con no poca frecuencia.

Basiotribos

Me contaron la anécdota de un médico rural que, habiéndosele atascado un parto, intentó torpemente usar los fórceps, metió las manos como pudo, forcejeo una y mil veces, y finalmente mandó recado a un especialista en obstetricia para que acudiese, diciéndole que, por favor trajese el basiotribo pues el feto había muerto. Llegó el especialista y aplicó la trompetilla sobre el vientre de la exhausta parturienta. “Pero cómo me dice que use el basiotribo –le dijo al galeno rural-, ¡este niño aun late!”.

El torpe médico cogió del brazo al obstetra, –rogándole silencio con un dedo sobre los labios-, le arrastró a un rincón de la habitación, y llevándose la otra mano al bolsillo sacó de él un ojo arrancado a la criatura en el forcejeo, que enseñó veladamente al especialista, a ver si le entendía de una vez.

Tranquilos. Esto ocurrió a finales del XIX.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Una de premios, una de terror

Virus del SIDA
Hace unos días se ha hecho público el Premio Nobel de Medicina de este año; ha recaído en los franceses descubridores del virus de la inmunodeficiencia humana –o virus del SIDA- y en el alemán descubridor del virus del papiloma. El descubrimiento de los primeros ha permitido –hasta ahora- desarrollar medicamentos capaces de mantener el virus a raya, haciendo de lo que era una enfermedad rápidamente mortal una enfermedad crónica y con una aceptable calidad de vida; la relación entre virus del papiloma y cáncer de cuello del útero ha permitido fabricar una vacuna capaz de impedir la infección por las cepas más comunes del virus y –presumiblemente- disminuir el número de mujeres afectadas en el futuro por la enfermedad, si bien el alto precio de la vacuna frente a su eficacia -aun insegura y parcial- hace cuestionable su inclusión en calendarios vacunales que finalmente se ha decidido por criterios más bien “políticos".

Virus del papiloma

Parece que está bien concedido el premio de este año, pero no siempre fue así. La Academia sueca, que concede el galardón, ha metido la pata algunas veces, al premiar incluso salvajadas. Egas Moniz, neurólogo portugués del pasado siglo, quedará en la historia por haber desarrollado la angiografía cerebral, método que permite estudiar las arterias y venas del cerebro mediante la inyección de contraste; no se usa ya hoy su técnica, pero fue pionero de este método de diagnóstico. En 1949 recibió el Nobel, pero no por esto, sino por ser el primero que practicó una lobotomía, operación que consiste en seccionar las conexiones del lóbulo frontal con el resto del cerebro, y que se aplicó a pacientes psiquiátricos con depresiones graves, con trastornos obsesivos u otras enfermedades mentales.

Freeman en acción
Egas Moniz fue cauto con el uso de su técnica, pero una especie de charlatán americano, Freeman, la simplificó –la practicaba con un picahielos como el de Sharon Stone, que hundía de un martillazo en el techo de la órbita entrando un poco por encima del lacrimal, y una vez dentro hacía ras, ras, y se cepillaba el lóbulo frontal de los pacientes-; iba recorriendo Estados Unidos en una especie de furgoneta –el “lobotomóvil”-, y practicó decenas de miles intervenciones de este tipo, algunas de ellas para “curar” a homosexuales o a comunistas. Parece que la última se practicó en 1967. Entretanto hizo mucho daño. La aparición de los primeros medicamentos con efectos sobre el comportamiento la arrumbaron definitivamente.
Los cinéfilos recordarán el final de Jack Nicholson en “Alguien voló sobre el nido del cuco”, o a Liz Taylor en “De repente el último verano”, en la que están a punto de lobotomizarla por ser un poco díscola o histérica. Hay en Youtube filmaciones de lobotomias reales que no enlazo por vergüenza torera.

Esto pa que nos fiemos.

martes, 7 de octubre de 2008

De causas y culpas, de engaños binarios

Una de las tareas intelectuales más difíciles, -tanto en la vida diaria como en la investigación científica-, es el establecer relaciones causa-efecto. Todos hemos estudiado que hubo pensadores provocadores -John Locke, David Hume- que incluso negaban la relación de causalidad -si yo le pego a Ud. una bofetada y le duele no piense que le ha dolido la bofetada, sino que le hubiera dolido la cara de todas maneras y ha sido una simple coincidencia-, venían a decir. Dicho así parece muy burdo, pero si se piensa a fondo no es ninguna tontería. Veamos algunos ejemplos. El célebre de la araña: un observador coloca una araña sobre la mesa, le ordena que camine y ésta lo hace; le va arrancando una a una las patas, y ve que cada vez obedece con mayor dificultad, hasta que una vez arrancadas los ocho patas la araña deja definitivamente de obedecer; el observador concluye: cuando a una araña se le van arrancando patas, va perdiendo el oído, y cuando se le cortan las ocho, se queda completamente sorda.

Eso es un chiste, dirán algunos, pero más que un chiste es una parábola. Imaginemos que se están buscando estigmas corporales asociados al cáncer de pulmón; se encontrará que muchos de los enfermos tienen los dedos de las manos amarillentos, especialmente índice y medio. Es más si buscamos gente con los dedos amarillentos y gente con los dedos limpios todos ellos sin enfermedad, y los seguimos en el tiempo, encontraremos que los de los dedos amarillos desarrollarán un cáncer de pulmón con más frecuencia que los otros. De alguna forma dedos amarillos y cáncer de pulmón van juntos, y el tener los dedos amarillentos precede a la aparición de éste. ¿Sería lícito concluir que lavándose bien los dedos se previene el cáncer de pulmón? Evidentemente no. Aquí hay un factor oculto, una factor de confusión, que es el tabaco, relacionado a la vez con el cáncer y con los dedos amarillentos, pero si no lo sabemos, o si no lo tenemos en cuenta, llegaríamos otra vez a conclusiones erróneas.

Otro ejemplo: se hizo en Alemania un estudio para ver la incidencia de suicidios y se vio que la tasa era más alta en los estados protestantes que en los católicos; es lógico, se pensó, la religión católica protege contra el suicidio. Así se creyó hasta que se estudió el asunto más a fondo desagregando los datos: la tasa en los estados protestantes era más alta, pero quienes más se suicidaban en ellos eran los ciudadanos católicos.


Nos engañan los sentidos, nos engaña la lógica, así que alerta, mucho cuidado antes de culpar a algo o a alguien de nada. Ni siquiera a nosotros mismos.


Este último dibujo es la clásica demostración del engaño binario; nuestro cerebro ha de elegir, o la vieja de perfil con la toca, o la joven en escorzo, con la pluma en la frente y la gargantilla. De ninguna manera las dos simultáneamente. Es imposible ser rojo y facha a la vez, ateo y creyente, de ciencias y de letras... ¿o no?

domingo, 5 de octubre de 2008

Razón contra Fé, análisis frente a hipocresía

Hace algunos años, antes de que Canal + se convirtiese en Cuatro, había en esa emisora un programa de cuyo nombre no quiero –no puedo- ahora acordarme en el que se emitía una entrevista póstuma. El personaje, próximo a la muerte, sea por edad, sea por enfermedad, contestaba en el conocimiento de que solo después de su muerte se emitiría esa entrevista. Había morbo en la idea, pero puedo asegurar que ninguno de los programas que vi respondía a las expectativas. Se diría que los personajes eran incapaces de colocarse en el mundo de los muertos, donde ya estaban cuando les escuchábamos, y mantenían vivos todas sus temores y mezquindades.

Me acordé de este programa viendo hace unos días una entrevista a Santiago Carrillo. Estoy seguro de que el anciano político grabó no una, sino varias entrevistas en ese programa, para sobrevivir al cabo al propio programa y a los entrevistadores. En el rato que vi el entrevistador no le preguntó por Paracuellos. Supongo que estaría pactado, porque la entrevista iba de buen rollo y Carrillo no quiere ya que le pregunten por eso, porque dice que ya ha hablado mucho del tema; y el problema es que Carrillo ha hablado de Paracuellos, pero no ha contado qué pasó, y debería hacerlo.


Cada vez que discutamos con alguien de derechas sistemáticamente nos acusará de apoyar a Castro frente a Wall Street, y de “Paracuellos”. De Castro –al que no defiendo en absoluto- no voy a hablar ahora, pero Paracuellos me jode, porque cada vez que uno aterriza o despega de Barajas no puede evitar que parte de sus plegarias de ateo vuelen en dirección a aquella cruz blanca en la ladera.

El ideario y la praxis de la derecha se basan en valores y creencias, en la fé, con toda la hipocresía que ello conlleva. Los de izquierdas deben basarse en explicaciones lógicas, en la razón, y en el análisis de las propias contradicciones. No sabemos que pasó en Paracuellos, o sabemos parcialmente qué pasó, pero no cómo o porqué, y esas respuestas existen y siguen siendo necesarias. Solo con ellas podemos contrarrestar la sinrazón y la acusación que busca una falsa equidistancia.

Cuéntelo, Sr. Carrillo, no deje que lo hagan Pío Moa y César Vidal, ni siquiera Gibson, en su nombre.

De alopecia y otras caídas

Un cirujano plástico amigo hubo de cerrar la consulta privada porque desanimaba a las clientes potenciales y no cubría gastos. Es un hombre de principios, y cuando alguna mujer quería arreglarse, por ejemplo, las mamas, siempre le preguntaba la motivación. Si la respuesta era que quería "recuperar" a su esposo, -como era frecuente-, las disuadía, y así le fue.

¿Habrá sido el deseo de recuperar a su esposa lo que ha llevado a Don José Bono a aguantar horas de implantes para recuperar al cabo un nada brillante tupé, que a ver lo que le dura? De otra manera no se comprende.


Es un problema grave el de la alopecia, y que a mi entender se aborda de forma errónea, porque el asunto no está en que el pelo se caiga, que se le cae a todo el mundo, sino en que deja de salir. Los folículos sufren apoptosis y no se renuevan los cabellos. Esa es la madre del cordero, y el problema que no abordan todos los remedios y productos de la publicidad engañosa. Por la provincia de Badajoz, Extremadura, hubo en los 80 un santón que fabricaba un mejunje con mierda de sus mulas que fue muy requerido y utilizado en la era pre-internet, -ahora sería la hostia el pelotazo-. Este hombre sí que predicaba, no el freno de la caída, que da igual, sino el verdadero renacimiento. Nadie soportó el uso de su producto el tiempo suficiente -ellos hubieran aguantado, pero sus santas no-, como para dar fe de su eficacia, o para negarla.

Finalmente, hablando de calvicies, ninguna más extraña que la del lendakari Ibarretxe, especie de tiña,

Antes de la apoptosis capilar


Durante

tan rara que ni siquiera aparece en el muestrario.

jueves, 2 de octubre de 2008

Sitios con peligro, enchufes de alto riesgo


No sé si todo el mundo sabe que los hospitales son lugares altamente peligrosos. Al riesgo de la enfermedad que allí lleva se añaden los peligros de las manipulaciones diagnósticas y de los tratamientos, tanto médicos como quirúrgicos. Probablemente un número notable de las muertes u otras catástrofes que ocurren en un hospital se debe no a la enfermedad que dio lugar al ingreso, sino a lo que se llama “iatrogenia”, o sea a efectos secundarios no deseados de la atención médica. Se ha calculado que unos 250.000 norteamericanos mueren cada año “por culpa” de los médicos, -extrapolando el dato, es España serían 50.000-, lo que supondría la 3ª causa de mortalidad, por detrás solamente del cáncer y de las enfermedades vasculares.

Hay gente que intenta disminuir esos peligros mediante la búsqueda de un enchufe, pensando que así el equipo asistencial estará más atento y hará las cosas con más cuidado. Nada más erróneo. El síndrome del enchufado o del recomendado, -parecido al síndrome del VIP del que Ariel Sharon fue un buen ejemplo-, es uno de los más peligrosos: la excesiva atención a un caso aumenta el número de estudios innecesarios y de tratamientos innecesarios, y por tanto el riesgo de complicaciones.

http://scielo.isciii.es/pdf/ami/v19n8/punto.pdf

Si alguna vez, que dios no lo quiera, han de ingresarnos en un hospital, o se ha de ingresar un ser querido, dejemos que las cosas rueden por sí solas, y no recurramos al enchufe, tanto si es directo, porque conocemos personalmente al médico responsable del caso, como si es indirecto, porque es vecino o vecina de una cuñada de la cajera de nuestro supermercao.



Lo mejor, no (tener que) ir al médico, y si no hay más remedio, que nadie se entere, que nadie nos “recomiende”.